El 8 de enero de 1959 fue un día de gloria. Cientos de
guajiros bajaron de la Sierra Maestra
para llenar las calles de La Habana. Los
barbudos, junto a Fidel Castro, arribaron a una ciudad que en marcha multitudinaria
agradecía y festejaba el triunfo revolucionario.
Los rebeldes habían llegado a la capital de los cubanos,
impresionados, cansados, hambrientos, pero orgullosos de ser protagonistas de
la caravana victoriosa que guiada por el máximo líder de la Revolución, devolvía la
alegría a un pueblo que por años vivió en oscuridad.
Conmovidos por la efervescencia de la población, la grandeza
de las edificaciones y las hermosas mujeres, a medio siglo de aquella gesta
gloriosa, combatientes santiagueros rememoran con nostalgia las huellas que
dejó esa metrópoli en sus vidas.
“Entramos a La
Habana el 8 de enero en la caravana, aquello parecía otro
mundo”, inmortaliza Luis Roberto Hechavarría Oríz, combatiente de la columna
número 17 del II Frente Oriental. “Imagínate que yo era santiaguero y nunca
había ido a la capital. Cuando vi los edificios, los carros, el bullicio de los
habaneros y las personas en la calle gritando: - barbú, barbú, regálame una
balita (bala del fusil), me emocioné tanto que a veces no entendía lo que me
decían.”
“En ocasiones salíamos a las calles en grupos y nos
perdíamos, pero siempre alguien nos guiaba, fundamentalmente muchachas que
simpatizaron con los del pelo largo, comentó Robertico, pasamos por el Malecón,
el Focsa, la CMQ
y el Habana Hilton, recuerdo que en este hotel había en la entrada una puerta
de esas que uno se acercaba y se abrían sola y entonces nosotros hacíamos eso
como muchachos jugando.”
Agustín Castellano Pacheco, integrante de la columna 17 de
igual frente guerrillero, perpetúa su llegada a Ciudad Libertad, lugar donde
habló Fidel Castro al pueblo, así como las enseñanzas que adquirió en esta urbe,
que marcaron sin dudas su juventud.
“La Habana
fue una escuela, su gente, sus costumbres, su diarismo. Para vivir no era
fácil, el pueblo siempre nos ayudó, aunque al principio había sus burgueses…
Caminé la ciudad completa porque, para llegar a conocerla, había que hacerlo,
su majestuosidad y su grandeza deslumbraba a cualquier visitante.”
“Lo más impresionante en la capital fue el apoyo de los
habaneros, la efervescencia revolucionaria, casi todos querían un recuerdo, un
beso, un abrazo aunque no oliéramos muy bien, o un pedacito de pelo, no sé ni
cómo no nos quedamos calvos, expresó José Camejo integrante de la columna
número 19, quien arribó a La
Habana, el mismos día 8, pero por vía aérea.
“Otra de los elementos que nos impactó fue la cantidad de
publicidad sobre artículos, los lumínicos, la propaganda; en fin habíamos
llegado al paraíso, al desarrollo, a la civilización, agregó el combatiente;
algunos compañeros nunca habían visto un televisor ni sabían hablar por
teléfono…”
“Hasta que meses después ya éramos expertos y la conocíamos
como la palma de la mano, explicó, muchos se quedaron en la capital, otros
regresamos en diversas misiones a nuestras queridas provincias orientales. De
ella tenemos gratos recuerdos… y más por estos días en que recordamos la
entrada heroica del Ejército Rebelde a La Habana”.
Estas y otras experiencias vivieron los indómitos en la capital
cubana, que en su mayoría eran campesinos, jóvenes, analfabetos y por primera vez
se enfrentaban a una cuidad civilizada, dinámica, diferente.
Hoy cada 8 de enero estudiantes de las todas las enseñanzas,
trabajadores destacados y combatientes rememoran aquella gloriosa gesta que
perdurará por siempre en el pueblo cubano.
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