lunes, 7 de enero de 2013

Rebeldes en La Habana




El 8 de enero de 1959 fue un día de gloria. Cientos de guajiros bajaron de la Sierra Maestra para llenar las calles de La Habana. Los barbudos, junto a Fidel Castro, arribaron a una ciudad que en marcha multitudinaria agradecía y festejaba el triunfo revolucionario.
Los rebeldes habían llegado a la capital de los cubanos, impresionados, cansados, hambrientos, pero orgullosos de ser protagonistas de la caravana victoriosa que guiada por el máximo líder de la Revolución, devolvía la alegría a un pueblo que por años vivió en oscuridad.
Conmovidos por la efervescencia de la población, la grandeza de las edificaciones y las hermosas mujeres, a medio siglo de aquella gesta gloriosa, combatientes santiagueros rememoran con nostalgia las huellas que dejó esa metrópoli en sus vidas.
“Entramos a La Habana el 8 de enero en la caravana, aquello parecía otro mundo”, inmortaliza Luis Roberto Hechavarría Oríz, combatiente de la columna número 17 del II Frente Oriental. “Imagínate que yo era santiaguero y nunca había ido a la capital. Cuando vi los edificios, los carros, el bullicio de los habaneros y las personas en la calle gritando: - barbú, barbú, regálame una balita (bala del fusil), me emocioné tanto que a veces no entendía lo que me decían.”
“En ocasiones salíamos a las calles en grupos y nos perdíamos, pero siempre alguien nos guiaba, fundamentalmente muchachas que simpatizaron con los del pelo largo, comentó Robertico, pasamos por el Malecón, el Focsa, la CMQ y el Habana Hilton, recuerdo que en este hotel había en la entrada una puerta de esas que uno se acercaba y se abrían sola y entonces nosotros hacíamos eso como muchachos jugando.”    
Agustín Castellano Pacheco, integrante de la columna 17 de igual frente guerrillero, perpetúa su llegada a Ciudad Libertad, lugar donde habló Fidel Castro al pueblo, así como las enseñanzas que adquirió en esta urbe, que marcaron sin dudas su juventud.     
“La Habana fue una escuela, su gente, sus costumbres, su diarismo. Para vivir no era fácil, el pueblo siempre nos ayudó, aunque al principio había sus burgueses… Caminé la ciudad completa porque, para llegar a conocerla, había que hacerlo, su majestuosidad y su grandeza deslumbraba a cualquier visitante.”
“Lo más impresionante en la capital fue el apoyo de los habaneros, la efervescencia revolucionaria, casi todos querían un recuerdo, un beso, un abrazo aunque no oliéramos muy bien, o un pedacito de pelo, no sé ni cómo no nos quedamos calvos, expresó José Camejo integrante de la columna número 19, quien arribó a La Habana, el mismos día 8, pero por vía aérea.
“Otra de los elementos que nos impactó fue la cantidad de publicidad sobre artículos, los lumínicos, la propaganda; en fin habíamos llegado al paraíso, al desarrollo, a la civilización, agregó el combatiente; algunos compañeros nunca habían visto un televisor ni sabían hablar por teléfono…”
“Hasta que meses después ya éramos expertos y la conocíamos como la palma de la mano, explicó, muchos se quedaron en la capital, otros regresamos en diversas misiones a nuestras queridas provincias orientales. De ella tenemos gratos recuerdos… y más por estos días en que recordamos la entrada heroica del Ejército Rebelde a La Habana”.
Estas y otras experiencias vivieron los indómitos en la capital cubana, que en su mayoría eran campesinos, jóvenes, analfabetos y por primera vez se enfrentaban a una cuidad civilizada, dinámica, diferente.
Hoy cada 8 de enero estudiantes de las todas las enseñanzas, trabajadores destacados y combatientes rememoran aquella gloriosa gesta que perdurará por siempre en el pueblo cubano.  

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