Llegó en la oscuridad de la noche aquel 25 de octubre, como
ladrón que sorprende a su víctima, y estremeció a una provincia que, durante
más de un siglo, no había sido azotada directamente por un fenómeno meteorológico
tan fuerte.
Transcurridos tres meses de que Sandy fustigara el territorio
oriental, investigadores y especialistas del Instituto Nacional de Meteorología
y del de Oceanología de Cuba, con la ayuda de sus homólogos en Santiago de
Cuba, presentaron, en el Salón de los Vitrales de la Plaza de la Revolución, el informe
técnico sobre el huracán en su recorrido por Cuba.
Nuevas precisiones referentes al lugar por donde entró el
ojo, la hora exacta, la velocidad de los vientos y la categoría, cuestión altamente
discutida entre santiagueros, fueron elementos que arrojaron los estudios finales
del fenómeno, recopilados después de la aglomeración de datos de las diferentes
estaciones meteorológicas, así como de la evaluación póstuma de los daños en el
terreno.
El Dr. José Rubiera, director del Centro Nacional de
Pronóstico, destacó que Sandy entró a tierra santiaguera a la 1 y 25 am, por un
punto al este de Cañiso, municipio de Guamá, a unos ocho kilómetros al oeste de
playa Mar Verde y como un huracán categoría tres, y no dos, como se dijo al
principio.
“En el caso de Sandy, con los datos reportados de un avión
de reconocimiento de los Estados Unidos al sur de Santiago de Cuba, en la noche
del 24 de octubre, los vientos de 175 kilómetros por
hora, daban un categoría dos, que fue con lo que se dijo que había llegado.”
“Sin embargo, con los datos que pudimos analizar con
posterioridad llegamos a la conclusión de que estimábamos unos vientos máximos
sostenidos de 185
kilómetros por hora, que le daba a Sandy la categoría
tres, en su escalón más bajo”, comentó Rubiera.
De esta forma queda solucionada y respondida una de las
tantas interrogantes que aún se preguntan miles de santiagueros, aunque para
muchos, que experimentaron la furia de este suceso, Sandy sobrepasó la escala
de Saffir-Simpson.
En Santiago de Cuba los mayores estragos fueron causados por
el viento y el mar, ya que las lluvias no fueron tan significativas, más bien, fue
un huracán seco.
La ciudad capital recibió los fuertes vientos del sector delantero
derecho, quedando en la pared del ojo, zona donde se concentran con más
intensidad los vientos.
La topografía de la urbe, en la que se incrementa la
elevación del terreno desde el mar a la zona pre-montañosa, así como también
las edificaciones favorecieron el aumento de los mismos, registrando rachas
máximas de 265
kilómetros por hora.
Según José Rubiera, un asunto curioso es que hay reportes
confirmados de que existieron minitornados en ese transcurso, los que ocasionaron
grandes daños en algunas zonas, muy superiores a los del huracán en si.
La surgencia (sobre-elevación del nivel del mar) alcanzó los
dos metros en sitios como el cayo, la socapa, el litoral, Siboney, entre otros,
existiendo olas de aproximadamente ocho metros de altura, en lugares costeros.
Tan solo tres horas fueron necesarias para que “Sandy” o “El
leñador”, como también se le conoce, recorriera una provincia y devastara su ecosistema, infraestructura
social, plantaciones agropecuarias, y
todo lo que se encontró a su paso.
Su centro salió al mar por la provincia de Holguín,
aproximadamente a las seis de la mañana, del 25 de octubre. Después de pasar
por Cuba, Sandy se debilitó y cruzó por las Bahamas como categoría uno.
Nació el 22 de octubre y en el transcurso de 10 días mató a más
de 150 personas y causó daños de decenas de miles de millones de dólares en
varios países del mar Caribe y la costa este de Estados Unidos.
Su nombre quedará, por largo tiempo, en la memoria de los
santiagueros.
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